Que la poesía sea un grito,
rasgada piel que abre el dique
para romper la esclavitud,
agua que desborda sus nacientes
y vierte el timonel de la esperanza…
que fluyan en libertad los pasos,
que fluya el verbo para arrancar
los holocaustos que se ciernen
sobre estos cielos donde el dolor
oscurece los cimientos.
Hombre, que en su desnudez
labra y ama su raíz de sol sobre la tarde,
descubre auroras desde tu voz,
desde el atolondrado grito del yigüirro
que recibe en su opaca silueta
tu mirada donde revientan las luces
y tiritan luciérnagas de mar, gaviotas
abrazadas a los salinos cauces.
Con tu voz puedes ser yunque,
espiga abierta entre los claroscuros,
mano de labrador esparciendo semillas
de sueños en la alameda,
pasajero del tiempo,
viajero que acuchilla la noche
con su canto.
Poeta…, muéstrale a los caminantes
tu libertad de animal salvaje,
que se abraza a la Tierra
desde su savia dolorida,
que sea tu simiente el llamado
de la naturaleza para llenar de fuego la vida
desde el espejo de su sencillez de rayo
sobre el paisaje.
Isabel Cristina Arroyo Calvo-