Todos los dormitorios
tienen su olor a carne muda,
a lámpara encendida a la hora del beso,
del libro
y de la muerte.
En todas las alcobas hay espacio
para que pase un ángel con las alas abiertas
sin rozar tu cabello.
En todas cabe un golpe de agua,
esa ola que en sueños atraviesa la vida
sin mojarte los párpados.
Por la ladera de tu cama
se aleja una mujer con el viento de frente
y un sombrero de paja enfebrecida.
Te regaló la menta de su boca
y se lleva la duda
de si te quiso demasiado.
De No llores, Poseidón
Ángela Reyes-