Alto el cielo protector
de afortunados y creyentes;
bajo, con sus inclemencias
el de los errantes
del día y la noche
que sufren la ausencia
del favor de dioses,
junto a economías
crueles y deformes.
Vagan cargando:
miseria, temores;
que la mala racha
sea su horizonte;
que llegue la noche
del invierno frío,
o la tórrida tarde
de inclemente estío
con calles sin sombra.
Futuro sin cielo
que ampare sus nombres.
“Sin techo” les llaman;
sólo “con cielo”, diría
mujeres y hombres.
Abel Granda-