Todo entra por nuestra piel crujiente.
Hasta las barcas solitarias se adentran en la arena,
soñando con el cuerpo tendido bajo el sol.
Madre, te encuentras tan casada
que tu piel no crepita por mucho que la bese.
Poco a poco tu cuerpo va haciéndose de aldea;
tu cuerpo es un pueblito
dormido tras la bruma de los amaneceres.
De Fantasmas de mi infancia
Ángela Reyes-