Mientras sirvo un café que vibra humeante
añoro las revistas y al diarero
que esperaba a su nieta, verdadero
encuentro de ternura de un gigante.
Mientras sirvo este vino, un espumante,
placer del paladar y compañero,
el redoblar, distingo, tesonero,
que vuelve a mi substancia, palpitante.
Y no exige de mí más que un acuerdo
con perfume a magnolias compartidas,
robadas de algún árbol complaciente.
¡Yo qué puedo ofrecer!, sólo un recuerdo
del corazón con flores detenidas
en recovecos áureos de la mente.
… Donde mora un abuelo, simplemente.
Betty Badaui-