La siesta fue jubiloso testigo
tras la última calle del pueblo.
En ese breve momento
entre la escuela y los juegos
los niños de Coronda
arrebatábamos la pequeña reina
de su trono de arena.
Aquel tiempo nunca lejano
donde el sol grababa en los hombros
el orgullo de sentirnos frutilleros.
a Pipi Eigler.
Del libro Un niño en la orilla
César Bisso-