Dos cuadras de almidón y la campana
de despertar los ojos a la risa,
dos cuadras de almidón, y la mañana:
cigarritos de nubes en las tizas.
Un ojo de retinta porcelana
moja la pluma frágil, y desliza
la presurosa letra que a desgana
deja después de clase a la sonrisa.
Un mar de figuritas imposibles
recrean los bizcochos jubilosos,
y embanderando un mástil, inasible,
hay en el patio un paño luminoso.
Dos cuadras de almidón, y vuelvo a casa
perdido entre las flores de la plaza.
Abel Edgardo Schaller-