Ahora que flotan tus vestidos en las aguas,
ahora que tu voz cruza lutos y banderas anarquistas,
siento la lluvia y la derrota en este asombro,
en un parque de rostros primitivos.
Los espejos ocultan esa otra incertidumbre,
esas piedras silvestres de los montes
como si se tratase de pescadores o mujeres con velas
desaparecidos en la tormenta o en el odio.
(Esta ciudad cambió mi vida
una noche que contemplé el mar desde la niebla).
Aun rompe el tiempo el pájaro que reposa
sobre el árbol. Aún ofrece al viento el desatado
recuerdo de sus cabellos, la penetrante soledad
murmurando tus senos, sostenidos e intensos.
Y la luz silenciosa y alta del verano
vaga en este sentir melancólico, absoluto
anhelante de claridades. Impaciente.
Carlos Penelas-