La ausencia resbala sobre mí.
Tímido, un rayo de sol
trata de arrancar una sonrisa
de mis labios inertes.
Un duende vestido de cardenal
canta para alegrar mi esencia.
El corazón se abre, palpitante,
pero mis alas han quedado truncas,
incapaces para sobrevolar
nuevos horizontes.
Confundida, escribo sin la cadencia de ayer.
¿Dónde quedó mi musa?, ¿en qué ribera
olvidé mis deseos de futuro?
Estoy a merced de una gran tempestad…
Despojada de las caricias
que atesoraban mis manos.
Lydia Pistagnesi-