Yo nunca jamás viví en Güiria ni pernocté
en Irapa
ni conocí las remotas costas de Macuro,
aunque estas fotos desteñidas me desmientan.
Tampoco comí carne asada con yuca en los
bordes
del Manzanares, en las noches tibias del Caribe,
aunque por años estuvieran sobre la repisa
tres extraños caracoles y una moneda que
alguien
tomó por suya y se llevó. Tampoco regresé
en la mañana
un día nublado de octubre o de noviembre:
pareciera
en verdad que siempre estuve aquí, entre estas
ocho paredes, también desteñidas, mirando
cómo la vida imagina, alumbra y nos sopla
como a una hoja que el viento esconde
finalmente
en algún paisaje donde nunca llega el sol.
Eduardo Dalter-