Eternas lunas, que me otean
en pleno torbellino de tu primavera,
aún siguen siendo cómplices
tus brújulas almendradas.
Secreto de mi pensamiento revuelto,
tu espíritu optimista
es el café de mi alma.
Tú, mi eclipsado invierno vespertino,
que irrumpe contra la soledad,
si tan sólo supieras
que eres el oasis de mi existencia.
Tu mirada o tu alma,
es la mayor pesquisa
del presente de mi vida.
En tu compañía,
los diminutos granos de arena
del reloj de mi corazón,
se desploman apresuradamente.
Es tu risa una dulce melodía
y tu sonrisa está por las estrellas;
labios de jade, dibujan mi nombre.
El viento mece tus cabellos
con la misma naturalidad
que con el ambiente
tu simpatía se mezcla.
Bendito es el momento
en que te iluminas y me abrazas;
tú, paraíso de mi eternidad.
Rocío Bragaio