(A mi madre)
Madre,
la batea silenció su trajinar,
la plancha mientras dormita
va apagando su calor,
la cocina siempre bulliciosa
dejó de cantar y bailar,
le echan de menos
a las caricias de tus manos.
Como uno, solo
escuchaban tus oraciones,
tu modo de santiguar,
de pedirle al padre Dios
para tus hijos su bendición.
Dura fue la lucha, lo sé,
siempre de tu mente
bullía tu trabajo:
lavar, planchar, cocinar
Acariciar.
Gracias a Dios,
mis hermanas,
siguiendo tus pasos,
se integraron a la vida
gracias al legado
que mi Madre supo dar.
Ricardo Ponce Castillo-