(A Dailín)
De ese hogar, el cual Cristo previó
el candor en las venas reverbera,
si la serenidad en él reinó
superior es el mundo a su manera.
Como una florecilla diminuta
va cubriendo el espacio con abrazos
latente está el cariño, se disfruta
la dulce miel que sale de los brazos.
La mañana despierta con la risa
de la niña que a veces juega y canta
y reparte los rayos de sonrisa
en la luz de sus ojos. Nos encanta
cuando llega de aquel beso la magia
que desde su inocencia nos contagia.
Del libro La luz de la poesía
Teresa Fonseca Oropeza-