Ella está muriendo, es una caja de cristal
azotando las esquinas del barrio.
Un rito aparte en los portales,
no se ríe como antes y tose despacio.
La he visto queriendo caminar con fuerzas,
como Francisca, esperando la pregunta,
para responder con el no del cisco.
Podría decirles a todos del miedo
que se siente al dormir,
entonces se levanta con prisa,
toma café, suelta el maíz a las gallinas
como si fueran las monedas que no ocultó toda su vida.
Podría hasta trepar la mata de tamarindo,
salir a vender merienda a los niños.
Pero hoy, se ha quedado quieta.
Está, sentada en los ladrillos sueltos
donde alguien quiso hacerle un banco.
Anabel Vera Suárez-