Tu risa abrió los cielos
y mi alma sin rencores.
Poco a poco tu amor me dio sus frutos
bien amados que hoy pueblan mi sangre en primavera.
Poco a poco tus besos desnudos y salvajes
granaron mi pasión, y sus llamas lograron
habitarte y quererte y poseerte
bajo la luna ebria
de susurros de amantes y de miradas cómplices.
Tú eres, amor, mi bálsamo
y el huracán de mi fogosidad.
Contigo el mundo negro
se torna en paraíso
floreado y frondoso como la vida clara,
como el fuego que ruge sobre el lecho,
en donde tiernamente conseguimos
que tu cuerpo y el mío se transformen
en un solo torrente de emocione
nuevas y placenteras.
Del libro Amantes
Carlos Benítez Villodres-