Un siglo misterioso transcurría…
Y gentes con opuestas credenciales,
juntaron las razones desiguales
que desarmonizaban la armonía.
El abismo que al mundo dividía
fue un reguero de notas musicales,
y por montes y prados y rosales
de la Paz el fulgor se repartía.
Cada humano tomó lo que era justo
–ni de más ni de menos ni por gusto–.
El prójimo encontró el lugar debido.
¡Al fin por la llanura de la Tierra
sin odios, egoísmo, sed o guerra
el hombre no marchaba dividido!
Francisco Henríquez-