Parece huir en un sueño rumoroso, etérea,
ligeramente flotante, prematura de súplicas
como una danza de Häendel o una pintura de Schiaffino.
Llegaba con impaciente luz,
casi gozosa en ese ardor sensible
que el aire mueve en el lecho o el navío
sosteniendo la pluma y el cristal de las velas.
(¿Quería descender, la amada fantasmal, en esta voz
en esta vaguedad que toca sus caderas
con la mirada y el lenguaje de lo súbito?)
Dulcemente llegabas
en una suerte de alegría que atraviesa
el perezoso aliento del instante.
Llevaba el collar de la paloma
sin mirar la densidad que recoge el abandono.
Es entonces cuando me da su forma,
me da la belleza que desnuda la noche.
Desposesión y refugio
mientras la lluvia desordena la tierra.
Carlos Penelas-