Me empecino en leer con ojos limpios
los frutos de otras vidas: sólo voces
sin ilación, sólo ajeno lenguaje.
Lo que otro amó, yo lo odié; lo que odiaron
fue para mí una devoción. Ninguno
de nosotros escribió el mismo verso.
Con tal pan de mendigo aún me alimento
y no hay tiempo peor que el que va en blanco.
Pasaron días huérfanos de sílabas.
Lectura, amor primero: todo amor
fue tan distinto después de esos libros
en que fundé mi casa y mis palabras…
Guillermo Pilía-