Han callado los himnos
que en el alma me habitaban.
Por eso vuelvo
con el grito del silencio
a buscar crepúsculos despiertos,
en las vetas anquilosadas de mis pasos.
Mi mirada es un océano de piedra
donde golpean los inviernos
sus placeres de triunfo.
Por mis venas
cruzan relámpagos de fuegos
como enormes cicatrices.
Estoy frente al sabor de la desdicha
con una cruz de llanto entre mis manos,
y el cansancio de la luz
desvaría sobre mi humanidad de barro.
Pero sé que aún desde las grietas
donde la muerte hace pactos con el cielo,
vendrá el abrazo apenas perceptible
desde la piel de un ángel sin rostro ni memoria,
que llenará de músicas mis lágrimas
para reconciliarme con Dios y con la vida.
Víctor Hugo Tissera- Del libro Detrás de la mirada
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