¿No veis, de vez en cuando, alguna sombra que cruza?
Sombras, sí, sombras que deambulan a nuestro alrededor; sombras sin nadie que acaso sólo tratan de atraer nuestra atención para evadirse siquiera un instante a su funesta condición de espectros dolientes, o esas otras, violadas por los dioses de la decepción, que intentan rozarnos en su ciego tránsito para arrastrarnos a ese mundo suyo de irrealidades, o de realidades intangibles que nunca seríamos capaces de comprender. Pero en todo caso, sombras que habitan entre nosotros sin desvelar su naturaleza, su nombre, su cifra; sombras que nos conocen y escuchan los latidos de nuestros corazones, que en las noches insomnes se acurrucan en los rincones; sombras que sólo toman cuerpo entre los pliegues del sueño o en los incomprensibles recovecos del tiempo… Sombras que acaso sólo estén mirándose en el espejo de nuestra inconsistencia, sombras como nosotros, fugaces sombras que apenas existimos…
Sergio Barao Llop-