Pinté mi aldea, de madrugada,
sin que nadie me viera
de amarillo / ocre / terracota.
Este pueblo perdido donde cultivo la tierra
me enferma
entonces, llevo mi rebaño de ovejas y mi caballete
a la montaña
para que no me saquen fotos
esos tipos
mientras pinto una iglesia
abandonada entre los pinos.
Ellos dicen que no existe el pueblo
ni el rebaño
ni la montaña
ni los cuadros
puede ser
últimamente no estoy seguro
de las cosas que miro
ni de lo que pintan mis dedos.
Tal vez esto no sea un poema.
Tal vez no haya una iglesia
ni tengas esto
en tus manos.
De El pianista del Black Cat y otros poemas