No fui apóstol, señor, yo no lo he sido
mas tampoco un osado traficante,
si mi grito, tal vez, fue desafiante
para urgir el parpar de tu latido,
pude ver más allá de mi gemido
mas atrás del discurso delirante
pude obviar aquel síntoma insultante
y acopiar mi ración de lo vivido,
ya en el tramo que rota sin sentido,
en el paso postrer, en que ya herido
busco el foso final que me contenga,
miro el largo camino recorrido,
donde acaso mi soplo, conmovido,
tendrá forma del libro que se ofrenda.
Rodolfo Leiro-