Alzo la vista al cielo y se realza mi corazón,
me oriento en camino y la vida se ilumina,
me sitúo en disposición de servir y me crezco,
porque siempre hay que mirar hacia arriba,
con las manos llenas de amor para abrazar.
Mirando al suelo no me veo y al no verme,
tampoco me encuentro, y al no encontrarme,
los días se evaporan, los sueños desaparecen,
los andares se olvidan, las huellas se eclipsan,
todo cesa, nada se mueve ni nos conmueve.
Me niego a que me alcance la muerte, vivo;
deseo abandonarme en la mirada de Jesús,
arrodillarme en sus manos y dejarme asombrar,
celebrar con el perdón a quien nos ha ofendido,
despuntar manso, despertar a la alegría de dar.
El egoísmo es mundano, ciega el entusiasmo
de crecerse en la certeza de ser para los demás
como para sí; impide crearse, creerse y recrearse
en el amor, que es lo que nos hace despojarnos
de nuestras miserias y vernos más allá del yo.
Víctor Corcoba Herrero- corcoba@telefonica.net