Esa mujer pintarrajeada y pequeña
fue una niña.
El cemento la ampara,
escucha sus plegarias.
Sabe que quisiera ver el mar,
tener una casa blanca,
llevar al hijo
al subibaja.
Dice que existió un pueblo,
un vestido con festones,
una estación de tren,
que alguna vez fue luz.
Ahora la noche habita en ella.
Hombres despiadados
no se percatan de la derrota.
Del libro Desde todos los costados
Gustavo Tisocco-