Hay que ensuciarse los ojos
y ver sus cuellos que se arquean
a abrasar la muerte
Hay que mirarlos
como árboles amarrados a sus huérfanos
entre el polvo y las barajas
A ellos de hembra alguna
que tienen precio de orgía
y besan en el agua
las huellas del deseo que saben mutilar
que sólo conocen la lengua de su espejo
que no pueden evitar
ser soga de mendiga colgada a sus monedas
pan en la boca de un tigre
nudillos al borde de no importa qué
plegaria manoseada
Hay que saber desnudarles el pellejo
sepultar sus rodillas
masticarlos como a hostias
desgastarlos como a un centavo ciego
y dejarlos inmóviles de tiempo
para ver lo que esconde
la sepultura de sus cejas
y descubrir por fin
que lloran como cualquier mortal
y que como a cualquier mortal
la madre los traiciona
Y serán tan bellos cuando lloren
cuando los veamos morder
con oficio de Dios
ese miedo de pájaro
a subirse a los ojos de los gatos
mientras yo los araño
Marcela Predieri-