¡Qué dulzura sin par la del amargo!
Para gustar su líquida fortuna,
atesorar su redondez de luna,
sus estrellas dormidas, hay un largo
camino de experiencia y sin embargo
igual se brinda, límpido como una
cantarina fragancia de laguna.
¡Qué dulzura sin par la del amargo!
¿Quién no le busca al alba o a la tarde?
Cuando principia a arder y cuando arde
el día con sus dones y querellas.
En su ropaje mi ensoñar envuelvo
y al fin del viaje cotidiano vuelvo
rico de redondeces y de estrellas.
Gerardo Molina-