Recorrer las calles de mi barrio
sueltas las amarras de mi niñez
no es mi oficio.
Camino con los hombres hasta cansarlos
de tanto hablar de la ciudad
que cada día descubro
en mi amada tímida y de la provincia
en mis amigos
que se toman sus vinos y sus mujeres.
En la capacidad de la tierra.
Salto, desato el corazón
y empecinadamente invento
gestos y palabras para el amor
como los pescadores del pueblo de mi padre
redes y barcas para la pesca.
Padre ya no tiene su juventud en casa.
Su pueblo y las mujeres de su pueblo
se han perdido en Buenos Aires.
Esta ciudad que conozco no es un juego para niños.
Del libro 22 Poemas y La máquina electrónica o Cómo desesperar a los ejecutivos
Miguel Oscar Menassa-