Primero fue un susurro,
el brote conquistado a la esperanza,
la sílaba de empeño
en el tallo creciente de la vida
o el agua que columpia
desiertas latitudes
en la bóveda oceánica
-templada de horizontes- de una madre.
Así abundó su paso
y nació a la bandeja del instante.
Mas bastó un solo soplo:
el halo que viajó al cuerpo inviolado;
el dedo inquisidor que dominando
los verbos de lactancias,
viajó hacia su mundo
y allí dejó su grito
de lengua verde y miedo,
en ala gris y noche de pizarra.
Y creció hacia los dientes de pobreza,
al centro de la sal y sus costados
de rezada miseria,
y los ojos que fueran ideados
de festín, se ordenaron lentos cuerpos
de isla, brotes viudos
con ansias de gorriones
vetadas por decreto.
De lunas despobladas se acicala
mas, la lírica de un piano está vigente
y desguaza el dolor en su teclado.
Esther González Sánchez-