A veces veo sin ver,
un desgarrado sueño que he perdido y recupero.
En el ir y venir desde la nada al todo,
ese fragor al que asomarnos,
regalo de ángeles provocantes,
concesión de dioses paganos.
Me miras desde lo inmenso
y mi espíritu responde descarnado,
despojado de piel y huesos,
solo suspiro, temblor y latido.
Una especie de seducción por resistir lo irresistible,
se soporta como una sentencia leve,
como un sino que no podemos ignorar,
un derrotero onírico fulgurante.
La clave está en la asonancia de un coro
de voces diabólicamente bellas,
un irresistible canto de sirenas.
Voces de seres ciegos que nos habitan
descubriéndonos uno al otro,
palpando nuestros cuerpos aún no revelados.
Susana Giraudo-