Federico tiene ojos de semilla,
es el girasol que me amanece.
Tiene alma de coral, aliento a brisa.
Federico puede escribir vocablos en la sal de las olas.
Tiene cuerpo de fruta.
Es tierno como el Kiwi,
fibroso como el mango.
Federico puede extraer el néctar de las flores,
mirar el cosmos por la cerradura de la puerta,
conversar con las estrellas.
Federico me arroja basuritas cuando miro
hacia otra parte.
Es la sonrisa, o la lágrima que lloro,
cuando una calle adoquinada,
cuando un pibe de cartón en la vereda.
Pequeño monumento.
Federico será testigo que fui.
Del libro «Pequeñas soledades»
Jorge Córdoba-