Harto de todas las batallas
el guerrero tomó su espada
que hundió en la arena
y pensó:
Éste es un buen lugar
para la muerte.
Indiferente
cayó la tarde.
Nadie preguntó por el guerrero.
A nadie importó el lugar escogido
para el descanso.
Una tormenta de arena
se encargó de sepultarlo.
Abono no fue para la tierra
sino pasto para el desierto.
Carlos Ernesto García-