Un poema o una ola, qué más da, si es el ritmo
del corazón poblado de ciudades y pájaros
el que hace andar con buen paso los vidrios
del sueño por los largos hospitales anchados.
Tú sabes como el tiempo nos aprisiona dentro
de un margen de desidia o abandonado espanto.
Pero si nos arrastra la luna, ¿ es que moriremos?
Flecha pura en la alcoba de un guerrero apagado.
Buen tiempo, entonces, para morir, si nos prepara
la soledad un lecho de archipiélagos náufragos,
y una botella donde el mensaje se oxida
como las grandes hélices de los barcos anclados.
La noche. Pero ruedan por la casa los peces,
y por las escaleras se fuga el sueño anciano,
y tú te deshabitas de sugerencias puras,
y caes como un muerto antiguo y desolado.
¡Recordar cómo caen los héroes! ¡ Y qué héroes!
Preparándose el féretro de tierra y rosas. Cuando
la luz sobre los ojos les dibujaba una puerta
y una casa mecida entre juncos esclavos.
No es de un corazón la discordia, es del fino
carillón que te empuja hacia la selva clásica,
donde duerme enterrada la llave entre las hojas
y el sol pega su efigie de oro sobre las parras.
Victoriano Vicario-