Poemas

Las casas

Las casas se pusieron inhóspitas

y tuvimos que abandonarlas a su suerte.

Primero fue la casa de los patios

donde la infancia ponía expectativa en ciertas plantas

que todavía ofrecían protección.

y en una muy querida forma de llamarnos a la mesa.

en otra casa las chirimoyas ordenaban una majestad

y el juego de los hermanos se escuchaba

como una premonición que sería demasiado dolorosa

si alguien insistiera ahora en recordar.

Después fue la casa donde la humedad del río

se nos pegaba al cuerpo como la piernas

de una mujer que nos enloquecía,

y hasta la sombra crujía de deseo, y una lengua

nos buscaba la lengua

con la voluntad desesperada.

Y las otras casas, con amigos hasta el amanecer,

 

con hijos, con poemas,

con pequeños olvidos (apenas distracciones

que sin embargo después venían a buscarnos desmesuradamente)

De todas las casas nos hemos ido.

y cuando creíamos que ya nada quedaba de ellas

apareció una hoja en el suelo, un grito subrepticio

en un cajón, el cuaderno de la escuela

con los cuidados de la madre, un botón, el canto del gallo.

Qué hacer entonces,

si no queremos coleccionar fracasos

ni objetos distraídos que se olvidaron de morir,

sino juntar los pedazos que sobreviven dolorosamente

y dejarlos caer por la ventana de este cuarto piso

como quien tira una corona de novia al mar,

como un globo lamentable que aligera su carga.

Restos queridos a los que decimos adiós con memoria trastornada.

 

Santiago Sylvester-

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