Hace unos días estaba perdido,
metido en un lago
de alucinantes mentiras,
y yo me las bebía,
me las fumaba,
me las inyectaba todas.
Y comprendí que las mentiras
son la peor droga,
la más dura,
mentir, mentir, mentir,
adormecer mi dolor,
morfina de mentiras,
heroína de mentiras,
sin color, ni sabor,
ni frío ni calor.
Como el alma de una estatua
y el sol como una moneda
que se iba por el desagüe,
y la luna como una perla
de una blusa
de una prostituta
perdida en una esquina,
así,
con mis huesos roídos
por los ratones de la soledad,
como un queso podrido,
masticado y escupido,
caído en un piso
sin poderme levantar,
tirado en una cama sin poder dormir,
teniendo sexo sin disfrutar,
cagando sin olor,
meando sin color,
comiendo mal.
Arrastrándome como una víbora
que huye mal herida,
dejando rastros de mi locura,
como gotas de sangre en las veredas,
perdido,
como un brujo en un paraíso,
en el piso,
como la cola del diablo,
en el infierno.
Martín Ojeda-