La demora, enhiesta en su altivez torturante,
cuidadosa perfora,
una a una,
as hojas del instante.
Es como si niños con un control remoto
estuviesen jugándome al desgaste.
Arrollarse en el frío ademán del aire;
comprimirse en la esencia de la angustia
y ver desde muy lejos
-mustia-
la ilusión nacida de feliz pasado.
Buscar ansioso un orificio en la noche
donde se pueda ver el sol del mañana.
Aquietar el estertor en esa mirada
que no está aquí, pero me ve
escapando de recuerdos indelebles
que se apoderaron de mi habitación.
Rara es la lucha de los núbiles deseos
que resbalan la prisa y caen,
golpeándose en la demora desesperante
que perfora desde siempre,
una a una,
las hojas del instante.
Héctor Rosales-