Siempre al caer de la tarde.
Yo, solitario en la sombra,
mirando el final del valle.
Oyendo la voz del río
que jamás cambia de cauce.
Yo, solitario en la sombra,
sintiéndome otra vez niño,
volviendo a ser el de antes.
Un aro azul distendido,
que va enredando el paisaje.
Un globo en el infinito
del espacio inenarrable.
Yo, solitario en la sombra,
no sé si acaso perdido
y sin volver a encontrarme.
Oyendo el agua del río,
mirando el final del valle.
Olvidando a algún amigo,
sin despedir los que parten.
Yo, solitario en la sombra,
por fin un desconocido.
Uno más. Un habitante.
Para creerme lo mismo
y pensar solo en el aire.
El valle es de oros tranquilos
siempre al caer de la tarde.
Manuel Felipe Rugeles-