Aturdidos por tantos barrotes, tantos
suplicios en áridos climas, viajamos
sobre las letras fusiladas
de los cuestionarios. En los ojos
se han entreverado frágiles cortometrajes
donde somos una esquina lluviosa,
un almacén sin puerta
ante el alba, quebrados bastones
en las plazas del invierno.
Aquí pregunto por ti, por ellos
y los otros. Acuden las tinieblas
murmurando el peligro.
Las fuerzas que alguna vez tuvimos
se agolpan bajo los muelles, destruidas.
Aquí cierro los ojos y lloro.
Un espantapájaros desmembrado
me imita al fondo
de la esquina lluviosa, verídica.
Héctor Rosales-