Abrir bien los ojos y ver
el malentendido en tu mirada.
Las manos tirando la tierra,
arrancando raíces
eternamente,
separando profundidades.
Las yemas de los dedos
separando la humedad
debajo de las uñas.
La piel estirando
las arrugas del mañana,
la calentura de la fuerza y la fatiga.
Ayer la brisa
era un aullido de luz.
La arena apenas polvo,
el mar un millón de escamas y gritos.
Figuras, colándose una a una,
aterrizaban en la playa
con el peso inflado
de un mediodía en moción de arrastre.
Ana Pelayo-