“En un inmenso mar de fuego se ha perdido la dicha”
Decidí dejar
mis intentos de buscarte.
Decidí no esperarte.
No sé si mi paciencia me sostenga.
No me imagino entre tejidos
como la fiel mujer de Ulises.
En la distancia de tus textos quisiera encontrarme.
Estar en alguna línea de tu último poema.
Este es un amanecer sin canciones.
Sin velas consumidas.
Sin copas vacías de buen vino.
Es una madrugada sin tu brazo encadenando en mi cintura.
Sin tus rodillas agazapadas en mis muslos.
Sin besos consumados.
Y me bebo los recuerdos para que mi boca no se seque.
La cama es un pueblo sin nombre.
He pasado la noche, pacientemente.
Vi un rayo de luz que entró por la ventana.
Recordé la primera vez que nos amamos,
cuando atravesándose entre los dos,
el haz de luz se acomodó en la almohada.
Me veo caminando en la soledad de tu abandono.
Abrazo mis rodillas y me sueño a mí misma.
Olga Ravelli-