Poemas

Calígula

Es la hora que más odias,

cuando la tarde cae

como si se desplomara del tejado.

Lobregueces rastreras

corren bajo tus pies y sientes

que eso que pasa enfriándote la cara

no es el viento.

Comienzas a oír voces

que nadie más oye.

Crees ver centuriones de niebla entre la niebla,

manos que flotan,

lenguas arrancadas, y disolverse en la noche

la tediosa muralla que te aísla.

Tu sombra acobardada te precede

por los polvorientos salones del palacio.

Y llegas a tu lecho

en los hostiles dormitorios

sabiendo que allí sólo te aguardan

sueños enemigos.

Sueños con dientes sin fatiga,

puntuales, pertinaces

como la oscura rata que noche a noche

roe en las tablas del piso.

 

Oscar Cerruto-

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