¿Alguien recuerda cómo se llamaba
la enredadera que se asomaba
por el hombro de la cerca
vigilando la calle
con fragancia de miel y de dulces
memorias?
Nadie olvida
la casa de la infancia
siempre clara y alta
y lo bastante amplia para todas
las historias.
Pero entre olvidos y remembranzas
¿quién recordará
la magia sencilla
de un buzón de correo?
Viejo hueco del muro
olor a humedad
ladrillo y misterio.
Arena por los lados
donde arañas tejen
y hormigas pasean
infinitamente ajenas
a la otra realidad:
este cofre que cada día
se llena y se vacía
de su propio secreto.
Ángela Leite de Souza-