La tristeza me abraza sin prudencia
sin calma, sin pausa
es un arrebato de mi propia locura
de mi propia inercia
de mi propio abismo.
Le imploro que parta y ella es terca
la necedad la viste con adornos
de seda, brillante y con soltura
se sienta, se para, me acorrala.
Con su figura tan desmemoriada
tan tenue es su clemencia
tan quieta es su arrogancia.
Hoy no me da respiro ni piedad
no permite a mis músculos la calma
no deja de mirarme, amenazante
no deja de dolerme
de hostigarme.
Le imploro que parta y ella es tenaz.
Esta vez no ronda mis desvelos
es el desvelo mismo que me aparta
de mis mas elementales distracciones.
Ya se irá
la conozco, de memoria
pero mientras dure su presencia
tomando café conmigo en esta noche
no puedo sino escuchar sus vanidades
sus logros
sus diplomas
ausentes de toda bienvenida en mis paredes
en mis cuartos vacíos
en mis manos inertes.
Cuando se vaya
siempre hay una vez que se va, la conozco
andaré por otras nubes
viajaré por otros mares
me ahogaré en otras bocas
auguraré destinos y recompensas
a las almas que me lloran sus desvelos
y después,
mas tarde o mas temprano,
volverá
la conozco, de memoria
a inaugurar nuevos dioses sin misterios
a despilfarrar sus virtudes en mi casa
a desafiar mis sueños inconclusos
y ganar, por un día,
mis batallas.
Gabriela Mari-