Las palabras que nada saben
de olvidos, ni dolores
traen a la memoria
aromas escondidos.
Cuando ellas dicen
nada queda afuera.
Hablan de otros tiempos,
de personas, emociones.
Dicen lo no dicho,
lo guardado en sublimes secretos.
Las palabras que nada saben
de olvidos, juegan, sin saberlo,
a un juego prohibido,
dando lugar al giro vertiginoso
que resignifica la vida.
Graciela Di Laudo-
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