Desde las profundas tinieblas, desde el vacío,
surgió el encuentro entre dos cuerpos, entre dos almas,
sumidas en la ingravidez, el abrazo entre dos mundos distantes
que se unen, cerrando sus ojos en la oscuridad,
en esa unión en la que se aprietan el uno contra el otro,
susurrando sin palabras, ¡No te vayas!
déjame sentirte a través de la vibración de tu cuerpo,
del latir de tu vida, déjame sentir lo que tus labios gimen en silencio…
No puedo dejar de amarte ni por un momento.
Dos cuerpos en la ingravidez del olvido se abrazan
como si esa energía pudiese mantenerles unidos para siempre.
Sólo así sueña el corazón de quien encontró el amor verdadero,
y lo perdió sin darse cuenta…
Y volvió a reconocer que era Él sin reservas,
el único que podía salvarla de la destrucción, de la soledad,
de un abismo más allá de las sombras.
Lejos en las estrellas, las luces que destellan se cansaron de llorar,
reflejándose en sus ojos, porque ni sus lágrimas,
ni todas las del Universo,
pueden apagar un fuego tan real y tan inmenso.
Marian OltraVanderlest-