El silencio es el pecho.
Un cuerpo roto que suspira
con los desposeídos,
un cielo desnudo en la certeza
de la prisión.
El poema es camino.
El suplicio ante
los números en rojo, la deuda
externa que nadie condona
enceguece
la alegría de los niños.
La hora necesaria del amor.
El auxilio de la limosna o la piedad.
Las calles se pueblan:
¿Somos nosotros?
¿Serán los lisiados en huida?
¿Los sátrapas dándose al olvido?
Ante la amenaza de los genocidas
el pueblo
no se rinde,
no se ha rendido nunca.
Miguel Fajardo Korea-
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