Poemas

Ecos

…si hasta cuando dormía me heriste con tu sueño

como un haz de mañana en una pieza a oscuras,

como un pañuelo florecido en despedida

por la presión flotante de los aires.

Respiración, susurros –sólo yo debía oírlos–

iban haciéndose palabras, fragancia umbría, fronda

en la impiedad solitaria de la siesta;

y ahora son esta brisa

que con su fresca pared empuja despacito,

entreabre mi piel y la despierta y la aturde de verano.

Como estoy cara al sol, mi sombra se hace cóncava

por capturar el mundo traspasado por voz:

los zumos vegetales, las regiones de agua tibia y salada,

el lento avance gris de los inviernos fluyendo transformados

por esas redes otra vez tendidas

y el inquieto ramaje de tu pelo

como un árbol dorado, fluctuando, por escapar de la memoria.

Tengo en el cuerpo prisionero al mar

y es mi jaula la tierra –con ser el mar mayor–

y el verso que sembraste surge ahogado

como aquel pez que está saliendo de las aguas.

Enloquecida de ecos voy y vuelvo:

Eco está condenada, Eco no puede

expresar el amor. Y cuanto más se aleja más se cerca,

encerrada en el reflejo de aquel canto.

Y no es sólo la espuma de tu voz que se levanta y palidece

en la marea que ha invadido una y otra vigilia,

es un pueblo de voces apagadas que se van encendiendo

en el país oscuro de la sangre,

es la raíz marina y diminuta que en cada lágrima florece.

Y no poder vaciarme de los deseos ajenos

por no perder el eco, ni la sombra, ni el nombre.

 

Isabel Llorca Bosco-

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