Vuelvo a mirar el reloj
desconozco los latidos
que se conjugan
más allá de los domingos.
Un badajo de risa
espanta las torcazas
que tiritan en las esquinas.
Alguien se asoma.
las sombras de las seis de la tarde
mezclan los puntos cardinales.
Se ocultan los fantasmas
entre el vino
los alambres de púas
y el diluvio gris
pero de lejos me saludan
con gritos que golpean
dejando sus iniciales
en los paredones.
Andrea C. Aranea-