Quisiera subir al azul del cielo
y ponerme la luz en mis ojos,
con la que mira el sol, y mirar
en todas las alfombras de la tierra,
sin dejarme ninguna de poder ventilar,
y darles luz y calor a todas ellas
y abonar la tierra desde el cielo,
con semillas de amor y de paz,
y que florarán en las cuevas del alma,
de los llamados hombres que nos
gobiernan, y nos desgobiernan,
en este mundo, de humo y llama.
Quisiera ser más feliz, y ver el mundo,
más entero, más unido más alegre.
Si pudiera desde el cielo, ser el que
corre por las nubes, apagaría todas
las guerras, y encendería la llave,
la que diera la luz, y la paz a los pueblos.
Quisiera decirles a los hombres que
gobiernan, que por causa de las guerras,
muchos vivos andan muertos.
Quisiera levantarme cada día
y que el viento me saludara,
y la cristalina luz me diera un beso,
y mis oídos no sintieran, ruidos ni
alborotos, y que mis piernas pudieran,
ser más felices, sin tener que tropezar,
en los altos bordillos de las aceras,
y sentir al pajarillo, en la rama de la higuera.
Quisiera no ver tanta injusticia,
en esta cosecha de años, que
nos presta la vida, tan linda y hermosa,
cuando nuestros ojos la ven al nacer,
y después va cambiando de color,
la mirada, y va sintiendo dolor en
la piel, cuánto dolor lleva el alma
de esta vida, cuantos seres no pueden
comer,, cuantos son los que no se curan,
ni tienen comida, ni a donde beber.
Quisiera ver, la llama blanca de la paz
en la que en todos los pueblos, luz diera,
y ver vestido, a este planeta, de sonrisas
de amor, paz y no guerras, y ver al niño
pobre y desnudo, que ríe, juega y besa.
Si te fuiste al cielo Señor, vuelve a la tierra,
de nuevo otra vez.
Julio Araneda Fernández-