Me extinguiré muy sosegadamente
y en silencio, lo mismo que una llama,
y pido a Dios que con igual sosiego
se contemple mi humilde retirada,
como la de una nube que se fuga
o de una mariposa que se escapa.
Pero sabedlo bien; no quiero rosas,
pero sabedlo bien, no quiero lágrimas,
porque he de ser feliz, no cabe duda,
cuando la muerte acabe mi mirada.
Y si desde la sombra puedo verlos
que los vea con risa, no con lágrimas.
Tampoco quiero llantos merecidos,
no quiero, no, rosas innecesarias.
Cuando la sombra apague mi estrella
en el eclipse de mi noche clara,
decid sin un asomo de tristeza,
decid sin nada de nostalgia: ella
“se fue de vacaciones, tan alegre
que decidió no regresar a casa”.
Eloisa M. Font Ortega-