Como el cántaro que tiene
la esperanza de la vida
en cristalina medida
cuando de la fuente viene,
como la miel que contiene
panel en el monte esquivo,
como encendido motivo
que llena de luz la senda,
tu voz se vuelve la prenda
y razón por la que vivo.
Si el silencio me acompaña
en mundano vocerío,
siento tu voz dentro mío
subiéndome por la entraña,
curando el mal que me daña,
dándome la paz y aliento,
y entre tantas cosas siento
llamar muy quedo mi nombre,
haciendo que vibre el hombre
y el niño en el que consiento.
Cuando tu voz se adormece
sobre el pecho recostada,
se vuelve una llamarada
la ternura que acontece.
Sube de tono si crece
tu voz en tenue murmullo,
como si fuera su arrullo
un formidable latido,
forjando un sueño querido
junto a tu piel por capullo.
Si estoy despierto me llama,
y si dormido despierta
mi ensoñación cuando acierta
a ser la voz que me inflama.
Amo el sonido porque ama
con impecable latido,
y en ese mismo sonido
extravío la conciencia
cuando asumo la vivencia
de querer como has querido.
Del libro Corazón de Puma, San Luis 1997
Jerónimo Castillo-